Libros de Adriana Piterbarg
Cien años de amor
- y algunas soledades-
Prólogo
Un libro de Adriana es siempre una grata sorpresa y éste no es una excepción. Abrir estas páginas es como entrar a la cueva de Alí Babá sin los cuarenta ladrones. Nos tropezamos por todas partes con tesoros desparramados: cuentos, poemas, referencias al arte japonés, un poeta y pintor chino llamado Cheng, Clarice Lispector, la música de Luis Spinetta, el Kanka, Natalia Lafourcade, el teatro Noh, y por supuesto Gabriel García Márquez y su realismo mágico entrelazado con el mágico realismo del psicodrama.
Yo me tardé bastante en leerlo, no porque sea difícil de leer, sino al contrario, porque me gustó demorarme de la mano de la autora, saltando de rama en rama detrás del Barón Rampante de Italo Calvino, escuchando las canciones, buscando los autores, leyendo los poemas.
El centro del libro es el tema del amor, un tema difícil de abordar sin caer en lugares comunes o en generalidades. Moreno, el creador del psicodrama, se mantuvo siempre en el sólido terreno del vínculo, sus conceptos fundamentales son vinculares: rol, encuentro, tele y transferencia. La teoría de la matriz de identidad es una teoría profundamente vincular, sin que se mencione la palabra amor. Adriana se arriesga y a propósito de una charla TEDx en la Patagonia Argentina, nos introduce con seriedad en todas las fases y todos los paradigmas y modalidades actuales del amor. Nos habla también de los cambios que ha habido del siglo XIX para acá y del papel de las nuevas tecnologías en este terreno.
Este libro no está, como otros de la autora, centrado en lo técnico, hay muchos puntos de partida, pero no hay herramientas, técnicas ni recursos o juegos. Es más que nada un compartir de reflexiones, experiencias, y como ella misma dice, abundan las “ideas sueltas y contagiosas”. Las vivencias psicodramáticas asoman en algunas viñetas clínicas, relatadas bellamente tanto por la psicodramatista como por las/los protagonistas. Me quedó flotando la poética frase de una de ellas: “¿cómo puede doler un amor que camina con paso ligero, hace años?”.
La “Presencia de la ausencia”, título del tercer capítulo, es sin duda un tema psicodramático por excelencia: esta posibilidad de representar lo ausente, lo que no fue, lo que pudo haber sido, lo que ya no está y está, los fantasmas con nosotros caminando. Así aborda Adriana el tema de los duelos, separaciones, crisis y nos regala, ahora sí, una nueva idea, una nueva forma o estructura de teatro espontáneo, muy sugerente, que pudimos experimentar en una visita suya a México: Sombras nada más.
Quisiera además señalar algo que puede interesar especialmente tanto a los que somos formadores como a aquellos que están en formación, y que es el Check List para Directores. Este conjunto de reflexiones sobre el rol de psicodramatista como director de escenas me pareció un hallazgo para ser pensado y repensado, discutido en grupo, puesto a prueba en la práctica.
Todo lo que la autora señala me parece relevante: la empatía, el poder comenzar una dramatización sin prejuicios, soportar la incertidumbre, evitar las tentaciones de los happy endings y especialmente ampliar la mirada. En esto insistía mucho Dalmiro Bustos y fue muy útil en mi aprendizaje: no quedarse pegado al protagonista, tomar distancia de la escena, ver el conjunto, dejar que se desarrolle la acción y actuar mínimamente como para que el protagonista encuentre su camino y sus significados.
Pero lo que más me gustó es este aporte de la autora de “entrar a la escena en estado de arte”, convocar a nuestro artista interior al dar este paso junto al protagonista para entrar en su mundo, su momento, su historia. Me parece una idea fecunda, no sólo para el psicodrama, sino para la vida en general.
Así que los dejo con Adriana, prepárense para esta aventura, den el salto al vacío sin miedo, porque, aunque como dice el Kanka “volar, volar, lo que se dice volar …” no volemos, podemos dejar que se extiendan nuestras alas psicodramáticas y contagiarnos de las ideas sueltas y no tan sueltas, ponerlas a trabajar, compartirlas, proponer otras.
María Carmen Bello